Imagina habitar un planeta en donde ser mujer sea suficiente motivo para temer por tu vida. Esto parece la vida real, pero en realidad estamos hablando de “La luz del fin del mundo”. Una trama que cuenta la historia de un padre sin nombre, y su hija, Rag, quien figura probablemente como la última mujer en la tierra tras una epidemia que acabó con todas las mujeres unos años atrás.
Sorprendentemente la crítica recepcionó positivamente esta entrega y resaltó el magistral trabajo de una ópera prima con tan pocos recursos cinematográficos.
Las escenas con poca iluminación y los diálogos extensos cumplen con darle ese toque reflexivo y triste que estará presente en toda la historia.
- “Para ella el mundo es un lugar mortal”
La trama es difícil de ubicar en los primeros minutos. Parece ser el día a día de padre e hija en un planeta devastado, pero, a simple vista, esa idea resulta muy sencilla y abstracta. Debe existir un nudo, un caso concreto, que le dé el típico giro a la historia –y lo hay-. Pero pasan los minutos hasta que descubres que esa primera hipótesis de trama es la verdadera y que en realidad no es nada sencillo, ni común, si recuerdas que son padre e hija (la última mujer en la tierra) sobreviviendo en los últimos días del fin del mundo.
La humanidad en sus últimos días trae consigo otras peripecias: los hombres que quedan en la tierra luchan por sobrevivir y para esto el instinto se vuelve un arma que acaba con los más débiles y comete actos que someten a debate lo ético y moral. Rag es la luz en este bosque peligroso que debe mantenerse oculta y fingir ser del sexo opuesto para que individuos peligrosos no se la lleven. Lo intentarán repetidas veces hasta el final.
Rag y su padre obedecen reglas de seguridad para salvaguardarse cuando corran peligro. Un nuevo lugar para asentarse significa nuevos escondites y salidas de emergencia. Cada movimiento para escapar debe ser memorizado y repetido por Rag. Quien es obligada por su padre a repetir con cansancio y odio cada regla de escape. Reglas que logran salvarla más de una vez.
El manejo del drama y el suspenso demuestran que la calma y el silencio pueden golpear mil veces mejor que una escena con disparos y gritos ruidosos. Calma desesperante por momentos, pero usada estratégicamente en esta entrega.
La edad de ella resulta crítica. Primero, porque tiene 11 años y está entrando en una fase de rebeldía típica de la pubertad que hace que cuestione inteligente y hasta filosóficamente el actuar de su padre en cada momento. Segundo, porque va dejando de ser una niña y comienza a adquirir los rasgos de una mujer. Rasgos que ponen en riesgo su vida y hacen menos camuflable su verdadero sexo.
Resulta interesante entender el valor de una fémina cuando se convierte en la última sobre la tierra capaz de perpetuar la especie y salvar al hombre de la extinción. En la vida real, existen muchas mujeres, pero, aun así, el mundo sigue siendo mortal para ellas.
Para Irradiando, Cristian Huatuco.