Era la madrugada del miércoles, habían transcurrido cuatros horas y media desde su partida; el bus de la empresa Rey Latino hacia su recorrido desde Chala con destino a la ciudad de Arequipa. Pero su destino final no sería el terminal terrestre de la ciudad blanca sino un profundo abismo que se convertiría en su tumba mortal.

A la 1:30 de la mañana el vehículo de placa B9Y-956 se volcó y cayó al precipicio (80 metros de profundidad). Esta vez el kilómetro 780 de la Panamericana Sur era el escenario de un accidente de tránsito, uno más de la larga lista.

“Tenemos el reporte de 30 personas fallecidas” son las primeras declaraciones de Jacqueline Choque, jefe de la Oficina de Defensa Nacional y Defensa Civil del Gobierno Regional de Arequipa, mientras trabaja exhaustivamente en el rescate de los cuerpos que yacen sin vida y esparcidos por toda la zona.

Nadie sabe explicar con certeza cuántos pasajeros iban a bordo solo especulaciones. Las primeras hipótesis dicen ser más de 60 personas y no las 45 que se registraron antes de la partida. La causa del siniestro también es un misterio; algunos señalan que fue una mala maniobra del conductor otros aseguran que fue el cansancio, etc.

Ya por la mañana el trabajo se intensifica: los heridos son trasladados a los distintos nosocomios de la región, los bomberos de distintas compañías aún hacian esfuerzos para rescatar hasta el último cuerpo sin vida, las condolencias de las distintas autoridades se hacen presente y más de una acusación sale a flote.

Al final de la jornada 44 muertos y 23 heridos es el saldo final de una escena quizás ya habitual en las carreteras de nuestro país.

Solo el año pasado 512 personas perdieron la vida en un accidente de tránsito provocado y que tuvieron como protagonistas a buses interprovinciales; según información del registro de la División de Estadística y de la dirección de Carreteras de la Policía Nacional.

Una vez más las carreteras peruanas se tiñen de sangre y los buses interprovinciales son sus protagonistas junto a incautos o no pasajeros. Una vez más las autoridades de turno solo atinan a “tirarse la pelota” echándose la culpa sin encontrar solución alguna.

¿Es solo responsabilidad de las empresas de transportes, de las empresas concesionarias que administran las vías terrestres o de las personas que abordan un bus a precio cómodo sin tomarse la molestia de indagar si tiene sus papeles en regla?

Para irradiando: Diego Bazán